El juego como categoría que refleja la superestructura social constituye un pequeño mundo donde se encuentra en menor grado y cumpliendo con determinadas funciones, los valores, y en general la estructura sociocultural que lo produce. Por tanto, el juego además de cumplir con la función biológica, es también un fenómeno cultural en la medida en que ningún análisis biológico da explicación del fanatismo, del gusto y del placer, ni de orden propio y absoluto (Gómez, 1990), que le produce al ser humano los momentos de recreación que vive en su cotidianidad.
Los juegos tradicionales son en esencia actividad lúdica surgida de la
vivencia tradicional y condicionada por la situación social, económica, cultural,
histórica y geográfica; hacen parte de una realidad específica y concreta,
correspondiente a un momento histórico determinado; en esto tendríamos que
decir como Vahos (1991) que cada cultura posee un sistema lúdico, compuesto por
el conjunto de juegos, juguetes y tradiciones lúdicas que surgen de la realidad
de esa cultura. Es por lo anterior, que se puede mencionar que los diferentes
tipos o clases de juego, han surgido de la necesidad de recrearse y de vivir en
comunidad a través de la lúdica y el movimiento del hombre.
Es Colombia por su pluriculturalidad un escenario por excelencia para
las manifestaciones lúdicas. El juego habla de la diversidad de la cultura y la
tradición de comunidades negras, indígenas, mestizas y blancas. Y sin embargo,
éstas se han transformado a lo largo del tiempo por las tendencias
globalizantes reflejadas en el discurso de los medios masivos de comunicación;
ellos han desplazado el repertorio de juego tradicional del individuo, la
escuela, la calle, el hogar y la plaza pública, y como consecuencia se ha ido
desvaneciendo la transmisión cultural entre generaciones (Bañol, 2008).
Esta investigación surgió luego de un proceso de observación en la que
se identificó que la mayoría de estudiantes de las edades de 5 a 16 años de la
Institución Educativa Técnica Ciudad Santiago se les debía potencializar y
desarrollar sus habilidades sociales haciendo buen uso del tiempo libre
rescatando los juegos tradicionales, ya que en el ámbito escolar los chicos se
han apegado de manera asidua a los juegos electrónicos. Lo anterior repercute
de manera nociva en la salud mental y física de los estudiantes ya que sienten
desapego a las actividades físicas y académicas que se pueden realizar dentro y
fuera del establecimiento educativo.
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